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PROTECTOR

EL PROTECTOR

Larry Niven

 

 

 

Título original: Protector

Traducción: DeltaKappa

© 1973 by Larry Niven

© 2003 by DeltaKappa

Edición digital: Sadrac

R6 04/03 L

Revisión: abur_chocolat jun2003

 

 

PRIMERA PARTE - PHSSTHPOK

 

Génesis, Capítulo 3:

22) Y el Señor Dios dijo: Mirad, el hombre se ha vuelto como uno de nosotros, con conocimiento del bien y del mal; y ahora, no sea que extienda su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma de él, y viva para siempre.

23) Por ello el Señor Dios lo envió lejos del jardín del Edén, de donde fue quitado.

24) Así El alejó al hombre; y puso al este del Jardín del Edén a sus querubines, y una espada flameante que giraba a todos lados, para cuidar el camino al árbol de la vida.

 

 

Capítulo 1

 

Se sentaba ante un círculo de tres metros de claro twing, mirando interminablemente afuera hacia una escena menos que excitante.

Sólo una década atrás, esas estrellas habían sido un salpicado de opacos puntos rojos en su estela. Cuando aclaraba la ventana anterior, habían brillado con un azul infernal, lo bastante brillantes como para leer a su luz. Al costado, las mayores se habían visto aplanadas. Pero ahora eran sólo estrellas, puntos blancos esparcidos por un cielo mayormente negro. Este era un cielo solitario; nubes de polvo escondían la radiante gloria del hogar.

La luz en el centro de la vista no era una estrella. Era grande como un sol, oscura en el centro, y lo suficientemente brillante para quemar hoyos en las retinas de un hombre. Era la luz de un propulsor Bussard, ardiendo a unos meros quince kilómetros. Cada pocos años Phssthpok pasaba algún tiempo mirando el impulso, sólo para estar seguro de que quemaba en forma pareja. Largo tiempo atrás, él había descubierto un lento y periódico oscilar que con el tiempo pudo haber convertido su nave en una pequeña nova. Pero la luz blanquiazul no había cambiado en todas las semanas que llevaba observándola.

Por más de un largo y lento período de vida, los cielos se habían arrastrado tras las ventanas de Phssthpok. Sin embargo, él recordaba poco de ese viaje. El tiempo de espera había estado demasiado vacío de acontecimientos interesantes como para grabarse en su memoria. Esa es la forma de vivir del estado protector de la especie Pak, en que sus recuerdos en momentos de ocio son del lejano pasado —cuando eran niños— y de más tarde, cuando eran criadores: cuando el mundo era nuevo, brillante y libre de responsabilidades. Sólo el peligro contra sí mismo o contra sus hijos puede cambiar a un protector de su normal lasitud somnolienta a una furia combativa que no es sobrepasada entre las especies sensibles.

Phssthpok estaba sentado en su hamaca de impacto, soñando.

Los controles de actitud de la cabina estaban bajo su mano izquierda. Cuando tenía hambre —lo que pasaba una vez cada diez horas— su mano nudosa, como dos puñados de nueces negras encadenadas juntas, alcanzaba una ranura a su derecha y emergía con una carnosa y retorcida raíz amarillenta del tamaño de una batata. Hacía varias semanas terrestres que Phssthpok no dejaba su hamaca de impacto. En ese tiempo no había movido nada excepto manos y mandíbulas. Incluso sus ojos no se habían movido en absoluto.

Antes de eso había habido un período de furioso ejercicio. Es la obligación de un protector permanecer sano y fuerte. Aún un protector con nadie para proteger.

El impulso era estable, o al menos lo suficiente para satisfacer a Phssthpok. Los nudosos dedos del protector se movieron, y los cielos giraron lentamente a su alrededor. Él miró la otra brillante luz flotar ante las portillas. Cuando estuvo centrada, hizo finalizar la rotación.

Aunque más luminosa que cualquier estrella a su alrededor, su destino era aún demasiado débil para ser más que una estrella. Pero era más brillante de lo que Phssthpok había esperado; había dejado que el tiempo se le escapara. ¡Demasiado tiempo soñando! No era de sorprender. Había pasado inmóvil la mayor parte de los últimos mil doscientos años en esa cucheta, para preservar sus provisiones. Debió haber sido más de treinta veces ese tiempo afuera, por los efectos relativistas.

A pesar de que se veía como el más incapacitante caso de artritis en la historia médica, a pesar de haber pasado semanas inmóvil como un paralítico, el nudoso protector estuvo instantáneamente en movimiento. La llama del impulsor se hizo esponjosa, se expandió y comenzó a enfriarse. Apagar un estatorreactor Bussard es casi tan complicado como encenderlo. A velocidades de impulsor, los átomos de hidrógeno interestelar vienen con tanta energía como los rayos gamma. Deben ser guiados hacia fuera por campos magnéticos, aún si no son quemados como combustible nuclear.

Había alcanzado la región más probable del espacio. Delante estaba la más probable de las estrellas. La sensación de éxito era fuerte en Phssthpok. Aquellos a quienes había venido a ayudar —si aún existían; si no habían muerto en todo este tiempo; si realmente estaban circundando esta estrella y no otra menos probable— no debían estar esperándolo. Sus mentes serían casi animales. Podrían tener fuego o no tenerlo, pero ciertamente no tendrían telescopios. Sin embargo estarían esperando por él, en cierto sentido. Si ellos estaban allí, habrían estado esperando por dos millones y medio de años… por él.

No los defraudaría. No debía.

Un protector sin descendientes es un ser sin propósito. Tal anomalía deberá encontrar un propósito, y rápido, o morir. Moriría inevitablemente si no lo hiciera. En su mente o sus glándulas un reflejo se dispararía, y dejaría de sentir hambre. A veces, uno entre ellos encuentra que puede aceptar a toda la especie Pak como su progenie, pero entonces debe hallar un modo de servir a esa especie. Phssthpok era uno de los afortunados.

Sería terrible si fallaba.

 

Nick Sohl estaba llegando a casa.

El silencio del espacio lo rodeaba, desde que sus oídos habían aprendido a ignorar el zumbido del impulsor de la nave. Dos semanas de espesa y enrulada pelambre cubrían su mandíbula y el cuero cabelludo a cada lado de su algodonosa cresta Espaciera. Si se concentraba, podía olerse a sí mismo. Se había ido a minar los anillos de Saturno, con una nave monoplaza a su alrededor y una pala en su mano (los imanes usados para extraer monopolos del hierro asteroidal se veían muy parecidos a palas). Pudo haberse ido por más tiempo, pero le agradaba pensar que la civilización del Cinturón podría sobrevivir sin él por tres semanas.

Un siglo atrás los monopolos habían sido sólo teoría, y una teoría muy conflictiva. La teoría magnética decía que un polo magnético norte no podría existir separado de un polo magnético sur y viceversa, aunque la teoría cuántica implicaba que podrían existir independientemente.

En la época en que los primeros asentamientos permanentes en los mayores asteroides del Cinturón estaban en pleno florecimiento, un equipo explorador halló monopolos dispersos en el núcleo de ferroníquel de un asteroide. En la actualidad ya no eran sólo teoría, sino una lozana industria del Cinturón. Un campo magnético generado por monopolos actúa en una relación inversa lineal, y no en la inversa del cuadrado. En términos prácticos, un motor o instrumento basado en monopolos tiene un alcance mucho mayor. Los monopolos eran valiosos en donde el peso fuera un factor importante; y en el Cinturón, el peso siempre lo era. Pero la minería de monopolos era aún una operación de un solo hombre.

La suerte de Nick había sido pobre. Los anillos de Saturno no eran una buena región para los monopolos: demasiado hielo, poco metal. El campo electromagnético alrededor de su caja de carga probablemente no cargara más de dos paladas completas de polos magnéticos norte. No mucho para mostrar después de dos semanas de labor exhaustiva, pero aún sería buen dinero en Ceres.

Se habría sentido satisfecho aún sin encontrar nada. La minería era una excusa que el Primer Orador de la Política del Cinturón usaba para escapar de su atestada oficina, profundamente hundida en la roca de Ceres. Huía de las disputas constantes entre el Cinturón y la ONU, de la esposa y los hijos, amigos y conocidos, enemigos y extraños. Y el próximo año, luego de las primeras y frenéticas semanas poniéndose al día en los eventos corrientes, y luego de los siguientes diez meses ocupado en manipular las políticas del sistema solar… lo haría de nuevo.

Nick estaba acelerando para el viaje hacia Ceres, con Saturno como una fantástica burbuja tras él, cuando vio su imán de minería desviarse suavemente de la caja de carga. En algún lugar a su izquierda había una nueva y poderosa fuente de monopolos.

Una sonrisa se mostró en su cara como un relámpago en un cielo negro. ¡Mejor tarde que nunca! Qué pena que no la había detectado en el viaje de ida; pero podría venderla si la localizaba… lo que debería estar haciendo. La aguja se balanceaba entre dos atracciones, una de las cuales era su caja de carga.

Invirtió veinte minutos en enfocar un láser de comunicaciones hacia Ceres.

—Este es Nick Sohl, repito, Nicholas Brewster Sohl. Deseo registrar un reclamo por una fuente de monopolos en la dirección general de… —trató de adivinar cuánto su carga estaba afectando a la aguja— …de Sagitario. Deseo ofrecer esta fuente en venta al gobierno del Cinturón. Los detalles seguirán en media hora.

Detuvo su motor de fusión, se colocó laboriosamente traje y mochila, y dejó la nave llevando un telescopio y el imán de minería.

Las estrellas están lejos desde siempre, pero para el hombre así es como debe ser. Nick flotaba entre las eternas estrellas, sin movimiento aparente, aunque caía hacia el diminuto sol a decenas de miles de kilómetros por hora. El universo resplandecía como diamantes en terciopelo negro, un fondo inolvidable para el dorado Saturno. La Vía Láctea era una pulsera enjoyada para todo el universo. Nick amaba el Cinturón, desde las rocas talladas de los domos de superficie hasta los girantes mundos Burbujas, con el exterior hacia adentro; pero por sobre todo amaba al propio espacio.

A dos kilómetros de la nave, ya lo suficientemente lejos como para que su carga no falseara las mediciones, usó el telescopio y el imán minero para fijar la posición de la nueva fuente. Luego volvió a la nave para llamar. En unas pocas horas se habría desplazado lo suficiente como para tomar otra fijación y marcar la fuente por triangulación.

Cuando alcanzó la nave, el comunicador estaba encendido. La delgada y honesta cara de Martin Shaeffer, Tercer Orador, estaba hablándole a su vacía cucheta de aceleración.

—…Debes llamarnos de inmediato, Nick. No esperes a tomar tu segunda fijación. Son asuntos urgentes del Cinturón. Repito: Martin Shaeffer llamando a Nick Sohl a bordo del monoplaza Picaflor…

Nick reenfocó su láser.

—Lit, me siento realmente honrado. Un simple oficinista hubiera bastado para grabar mi pobre hallazgo. Repitiendo…

Puso el mensaje a repetirse, luego comenzó a ordenar sus herramientas. Ceres estaba a varios minutos luz de distancia. No trató de adivinar cuál emergencia podría necesitar su atención personal, pero estaba preocupado.

Rápidamente llegó la respuesta. La expresión de Lit Shaeffer era extraña, pero su tono era alegre.

—Nick, eres muy modesto acerca de tu pobre hallazgo. Es una pena que tengamos que desaprobarlo. Ciento cuatro mineros han llamado ya para informar sobre esa fuente de monopolos.

Nick se atragantó. ¿Ciento cuatro? Pero él estaba en el sistema exterior… y la mayor parte de los mineros preferían trabajar sus propias minas, de todos modos. ¿Cuántos no habían llamado?

—Están por todo el Sistema —siguió Lit—. Es una fuente endiabladamente grande. Para que lo sepas, ya la hemos localizado por paralaje. Una fuente, a cuarenta unidades astronómicas del sol, lo que la hace estar algo más lejos que Plutón, y a dieciocho grados por encima del plano del sistema solar. Mitchikov dice que en la fuente debe haber una masa de monopolos magnéticos sur tan grande como todo lo que hemos minado en el último siglo.

«¡Un Exterior!», pensó Nick. Y también: «Qué pena que desautorizaron mi reclamo».

—Mitchikov dice que tal fuente podría potenciar un estatorreactor Bussard verdaderamente grande… un ramrobot tripulado…

Nick asintió a eso. Los ramrobots eran sondas robot enviadas a las estrellas cercanas, y eran una de las pocas fuentes de verdadera cooperación entre la ONU y el Cinturón.

—Hemos estado siguiendo la fuente por la última media hora. Se mueve hacia el interior del sistema solar a siete mil doscientos kilómetros por segundo, en caída libre. Eso está bien por encima de las velocidades interestelares. Estamos todos convencidos de que es Exterior. ¿Algún comentario? Repitiendo…

Nick apagó el transmisor y se sentó por un momento, tratando de acostumbrarse a la idea. ¡Un Exterior!

En el Cinturón, Exterior era el argot por extraño; pero la palabra significaba más que eso. El Exterior sería el primer ser extrasolar inteligente que contactaría a la especie humana. Y probablemente contactara al Cinturón en lugar de la Tierra, no sólo porque el Cinturón tenía la propiedad de la mayor parte del Sistema Solar, sino porque los humanos que habían colonizado el espacio eran claramente más inteligentes. Había muchas presunciones tácitas en la palabra, y no todo Espacial creía en ellas.

Y la emergencia había encontrado a Nick Sohl de vacaciones. ¡Maldita sea! Él debía estar trabajando con el láser de mensajes.

—Nick Sohl llamando a Martin Shaeffer, de la Base Ceres. Sí, tengo comentarios. Uno: suena como que tu presunción es válida. Dos: deja de disparar las noticias por todo el Sistema. Alguna nave Llanera podría captar los bordes del rayo mensajero. Deberemos hablarles de esto tarde o temprano, pero no justo ahora. Tres: estaré en casa en cinco días. Dedícate conseguir más información. No deberemos tomar ninguna decisión crítica por un tiempo.

Por lo menos, pensó, hasta que el Exterior entrara al Sistema Solar, o tratara de enviar sus propios mensajes…

—Cuatro… —«¡Averiguar si el hijo de puta está desacelerando! ¡Averiguar donde se detendrá!» Pero él no podría decir nada de eso. Demasiado específico para un mensaje láser. Shaeffer sabría que hacer—. No hay un cuatro. Sohl fuera.

 

El Sistema Solar es grande en diámetro, pero en las otras medidas es muy delgado. En el Cinturón principal, desde poco más acá de la órbita de Marte hasta poco mas allá de la de Júpiter, un hombre con determinación puede examinar cien rocas en un mes. Más allá de esa zona, es probable que use un par de semanas yendo y viniendo, sólo para mirar alguna cosa que él espera que nadie más haya notado.

El Cinturón principal no está minado, aunque la mayoría de las rocas grandes son ahora propiedad privada. La mayor parte de los mineros prefiere trabajar allí, porque saben que están al alcance de la civilización y sus subproductos: aire y agua almacenados, combustible de hidrógeno, mujeres y otras personas, un nuevo regenerador de aire, autodoctores y drogas psicomiméticas terapéuticas.

Brennan no necesitaba drogas o compañía para mantenerse cuerdo; por eso prefería los bordes exteriores. Estaba en el punto troyano posterior de Urano, sesenta grados por detrás en la órbita del gigante de gas. Los puntos troyanos, siendo sitios de equilibrio estable, son colectores de polvo y de objetos mayores. Había una buena veta de polvo allí, proveniente del espacio profundo, y un puñado de rocas valiosas por explorar.

Si no hubiera hallado nada en absoluto, Brennan habría seguido adelante hacia las lunas, luego al punto troyano principal, sesenta grados por delante de Urano. Luego al hogar, por un corto período de descanso y una visita a Charlotte; y como sus fondos estarían bajos por entonces, una visita obligatoria a Mercurio, que odiaría.

Si hubiera encontrado pechblenda, hubiera minado en ese punto por meses. Pero ninguna de las rocas había tenido suficientes radioactivos como para interesarle. Pero algo cercano había mostrado el resplandor metálico propio de un artefacto. Brennan se movió hacia ello, imaginando que se trataría de un tanque de combustible descartado por algún minero del Cinturón, pero mirando de todos modos. Jack Brennan era un reconocido optimista.

El artefacto era la carcasa de un motor cohete de combustible sólido. Parte del Mariner XX, según los letreros. El Mariner XX, la antigua sonda de pasaje a Plutón. Eones atrás, la antigua carcasa vacía debió haber derivado hacia el distante sol, flotando entre el esparcido polvo del punto Troyano y frenado hasta detenerse. El casco estaba puntuado con agujeros por el polvo meteorítico y aún rotaba con el impulso que le habían impartido tres generaciones atrás.

Como objeto de colección, estaba casi más allá de todo precio. Brennan tomo fotografías de ella en el sitio, antes de aferrar la plana nariz y usar su mochila jet para frenar su rotación. Lo ató al tubo de fusión de su nave, detrás del sistema de vida de su cabina. Los giróscopos podrían compensar el desbalance.

En otro sentido, el bulto presentaba un problema.

Se detuvo, mirando la delgada cáscara junto al tubo de fusión. El antiguo motor era como la mitad de largo de su nave minera, pero muy liviano, apenas una piel de metal para su carga original de combustible sólido moldeado. Si Brennan hubiera encontrado pechblenda, el monoplaza habría estado cargado hasta el anillo de combustible, llevando casi su propio peso en mineral radioactivo. Él hubiera debido regresar al Cinturón a medio ge. Pero con la reliquia del Mariner como carga, él podría acelerar a un ge, lo que era estándar para los monoplazas vacíos.

Esto podría darle justo la ventaja que necesitaba.

Si vendía el tanque a través del Cinturón, el gobierno se quedaría con el treinta por ciento, en tasas de importación y comisiones de agentes. Pero si lo vendía en la Luna, el Museo Terrestre del Vuelo Espacial no le cargaría ningún impuesto.

Brennan estaba en buena posición para contrabandear. No había Dorados aquí afuera. Su propia velocidad en la mayor parte de su curso sería tremenda. Ellos ni siquiera podrían animarse a cazarlo antes de que se aproximara a la Luna. Además, no estaba pasando monopolos ni radioactivos; los detectores magnéticos y de radiación no se fijarían en él. Podría salir por encima del plano de los planetas, evitando las rocas y las otras naves.

Pero si lo atrapaban…, perdería el cien por ciento de su hallazgo. Todo.

Brennan sonrió para sí mismo. Se arriesgaría.

 

La boca de Phssthpok se cerró una, dos, tres veces. Una raíz amarilla del árbol de la vida se separó en cuatro bocados, desgarradamente, porque los bordes del pico de Phssthpok no eran afilados. Eran embotados y desiguales, como la corona de un molar. Phssthpok tragó cuatro veces.

Él apenas había notado la acción. Era como si su mano, boca y barriga estuvieran en automático, mientras Phssthpok vigilaba la pantalla.

Bajo un aumento de 104 la pantalla mostraba tres pequeños puntos violeta.

Por sobre el borde de la pantalla, sólo se podía ver la brillante estrella amarilla que él había llamado G0 Blanco Nº 1. Había estado buscando planetas. Encontró uno, una belleza, el tamaño correcto y la temperatura aproximada, con una atmósfera transparente y húmeda, y con una luna sobredimensionada. Pero también había encontrado miríadas de puntos violeta tan pequeños que al principio pensó que eran meros relámpagos en las retinas de sus ojos.

Pero eran reales, y se movían. Algunos no se movían más rápido que los objetos planetarios; otros, cientos de veces más rápido que la velocidad de escape del sistema. Brillaban intensamente calientes, del color de una estrella de neutrones en su cuarta semana de vida, cuando su temperatura es todavía de millones de grados.

Obviamente eran naves espaciales. A esa velocidad, un objeto natural se habría perdido hacia el espacio interestelar en cuestión de meses. Probablemente usaban impulsores de fusión. Si era así, y juzgando por su color, quemaban a mayores temperaturas y eran más eficientes que su propia nave.

Parecían pasar la mayor parte de su tiempo en el espacio. Al principio esperó que fueran alguna forma de vida nacida en el espacio, tal vez relacionada con las Semillas Estelares del núcleo galáctico. Pero al acercarse más al sol amarillo debió abandonar la idea. Todas las chispas tenían destinos: iban desde la miríada de rocas orbitantes hacia las lunas y planetas del sistema interior. Un blanco frecuente era el planeta con la atmósfera acuosa, el que había clasificado como habitable para los Pak. Ninguna forma de vida nativa del espacio pudo haber soportado su gravedad o su atmósfera.

Ese planeta, G0 Blanco Nº 1-3, era el mayor de esos destinos, aunque las naves espaciales tocaban muchos cuerpos menores. Interesante. Si los pilotos de esos navíos de fusión se habían desarrollado en G0 Blanco Nº 1-3, ellos naturalmente preferirían gravedades menores que mayores.

Pero los que él buscaba no tenían mentes como para construir esos artefactos. ¿Algún extraño habría usurpado su lugar? Si fuera así, entonces habría entregado su larga vida para extraer sólo una estéril venganza.

Phssthpok sintió la furia crecer en él, pero la sofocó. Esta no era necesariamente la respuesta. G0 Blanco Nº 1 no era el único blanco probable. La probabilidad era únicamente del veintiocho por ciento. Era posible que los que venía a buscar circundaran otra estrella. Pero debía asegurarse.

Hay una velocidad mínima a la que un estatorreactor Bussard puede operar, y Phssthpok estaba apenas por encima de ella. Había planeado cruzar el sistema hasta que hallara algo definitivo. Ahora se vería obligado a usar parte de su combustible de reserva: ya había encontrado una chispa blanquiazul moviéndose a alta velocidad hacia el sistema interior. Él debería ser capaz de igualar su curso.

 

Nick aterrizó el Picaflor, dio rápidas órdenes para la descarga y venta de su cargamento, y se fue bajo tierra. Su oficina estaba cerca de tres kilómetros por debajo de la superficie rocosa y cubierta de burbujas de Ceres, profundamente hundida en su sustrato de ferroníquel.

Colgó traje y casco en el vestíbulo de su oficina. Había una imagen en el frente de su traje, y él la palmeó afectuosamente antes de entrar. Siempre lo hacía.

La mayor parte de los Espaciales decoraban sus trajes. ¿Por qué no? El interior del traje era lo que muchos Espaciales podían llamar su hogar, y la primera posesión que debían mantener en perfectas condiciones. Pero, aún en el Cinturón, el traje de Nick Sohl era único.

En un fondo naranja se veía la figura de una chica. Era baja; su cabeza apenas alcanzaba el anillo de cuello del traje. Su piel era de un verde suavemente brillante. Sólo su adorable espalda se mostraba cruzando el frente del traje. Su cabello era como corrientes de llamas de un incendio, de naranja parpadeante con toques de amarillo y blanco, oscureciéndose hasta el humo negro rojizo mientras bajaba por el hombro izquierdo de la mujer. Estaba desnuda. Sus brazos se envolvían alrededor del torso del traje, sus manos tocaban la mochila de aire en su espa...

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